LA RESERVA THOMAS VAN DER HAMMEN EN LA ESTRUCTURA ECOLÓGICA PRINCIPAL DE LA SABANA DE BOGOTÁ

Por Sergio Gaviria Melo [1]

El siguiente artículo cuenta con el aval académico y ambiental del profesor Julio Carrizosa Umaña [2], quien lo suscribe.

La reserva Thomas van der Hammen es la punta del iceberg del conocimiento científico acumulado por el profesor van der Hammen sobre el funcionamiento de los geoecosistemas de la sabana de Bogotá. Entender y compenetrarse con la Naturaleza como él lo hizo, solo se logra con un compromiso personal y de intenso trabajo que, en su caso, lo ocupó de manera permanente durante toda su vida.

La coherencia de sus estudios ambientales es innegable, los aportes a la ciencia y a la sociedad fueron reconocidos en incontables ocasiones en el transcurso de su carrera, tanto en Colombia como en el exterior. Su producción académica y científica es monumental, dejó un cúmulo de conocimientos sobre la historia natural de Colombia y en particular sobre la región, con tal profundidad y detalle que es difícil encontrar otro lugar del planeta tan extensamente documentado en los aspectos geoambientales.

Con estudios más regionales y en perforaciones profundas, el profesor van der Hammen logró reconstruir una parte de la orogénesis andina en la cordillera Oriental, que dio lugar al ascenso y adaptación progresiva de la vegetación a las nuevas condiciones. El polen fósil acumulado en los depósitos fluvio-lacustres y recuperado en perforaciones realizadas en diferentes partes de la altiplanicie, permitieron reconocer asimismo la historia del clima y la vegetación de la región durante el Cuaternario. Reconoció la ocurrencia de ciclos glaciales e interglaciales que dieron lugar a la formación de los altiplanos donde hoy en día se asientan millones de habitantes.

Los estudios sedimentológicos ayudaron a precisar los variados paleoambientes que ocurrían en la región, con cambios marcados en la humedad y la temperatura, responsables de la dinámica de los glaciares, los ríos, los niveles de los lagos y la evolución de los suelos en los alrededores de las planicies. Estas huellas mineralógicas y geoquímicas también quedaron registradas en los sedimentos, junto con los restos de la vegetación existente.

Este cúmulo de conocimientos lo llevó a entender cuál era la función de cada compartimento en el geoecosistema sabanero. Con base en el conocimiento geológico pudo reconocer asimismo las fuertes relaciones existentes entre los procesos endógenos y exógenos, en particular las conexiones entre las aguas superficiales y los acuíferos, cuya explotación indiscriminada ha sido responsable de la desaparición de manantiales y quebradas en la sabana de Bogotá y en el descenso de los niveles freáticos de los suelos. Varios de los estudios confirmaron cuantitativamente estos efectos.

Uno de los últimos lugares que todavía mantienen la huella activa de las condiciones originales desde la llegada de los primeros habitantes a la región, es precisamente el borde norte de la ciudad, en donde fue declarada la Reserva. Esta situación es consecuencia de las condiciones naturales locales, cuya geología está dominada por sistemas de bloques fallados que dan origen a la existencia del cerro de Suba – la Conejera al interior de la planicie. A esto se suman las coberturas de suelos muy fértiles por la acumulación de materiales volcánicos. La disposición de los cerros Orientales y de La Conejera, cuyos piedemontes establecen zonas de recarga de acuíferos y de flujos de escorrentía sub-superficial, dan origen a las quebradas, los humedales y los suelos hídricos de la Reserva. Estos últimos están conservados en un ambiente especialmente húmedo (pluviometría de 1100 mm/año), debido a la circulación regional de los vientos, situación única al interior del altiplano que es globalmente más seco.

Estas condiciones naturales son responsables que este sistema tenga una alta resiliencia a pesar que fue y sigue siendo maltratado en sus equilibrios por el mal manejo del que ha sido objeto. Sin embargo, a pesar de ello, restos de la vegetación original de la planicie, el piedemonte y los cerros están conservados gracias a la alta retención de humedad de los suelos. Estos parches se deberían conectar entre sí con la ayuda de trabajos de restauración ecológica para evitar su irreversible degradación genética. Como consecuencia, la CAR declaró en 2011 la Reserva y entregó el Plan de Manejo en 2014 cuyo objeto es lograr en el mediano plazo, la reforestación de la totalidad del área.

El panel de expertos convocado por el Ministerio de Ambiente para dirimir las diferencias entre la Alcaldía de Bogotá y la CAR sobre el POT Distrital entre 1999 y 2000 concluyó, después de extensas discusiones interdisciplinarias, con la decisión de limitar la expansión de la ciudad hacia el norte y con la orden de declarar el Borde Norte de Bogotá como una reserva, elemento fundamental para el éxito de la adopción de la Estructura Ecológica Principal de la región.

En el punto 10 del Decálogo Ambiental para la Cuenca Alta del Río Bogotá de la CAR (1998), el profesor van der Hammen escribió: “La Sabana de Bogotá y sus poblaciones requieren de un manejo integral, evitando la contaminación de aguas, suelo y aire, limitando los procesos de urbanización e industrialización, y cumpliendo con su destinación prioritaria, la agropecuaria y forestal”.

La reserva Thomas van der Hammen es por lo tanto un corredor de importancia trascendental en la conservación de las funciones ecológicas de la sabana de Bogotá. Debe ir acompañado con un manejo adecuado y coherente del uso del suelo en los municipios vecinos y en el resto de la Sabana, tal como recomendó la CAR con los determinantes ambientales para los POT, basados en los análisis y recomendaciones del profesor van der Hammen en 1999.

 

[1] Corporación Geopatrimonio, Doctor en Ciencias del Suelo. Correo electrónico : sgaviriam@unal.edu.co,  segaviria@geopatrimonio.org

[2] Academia Colombia de Ciencia Exactas, Físicas, Químicas y Matemáticas. Correo electrónico: jcauma@gmail.com

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